Las glándulas suprarrenales fueron descubiertas por Bartolomeo Eustacchi, investigador italiano que publicó en 1564 su libro Opuscula anatomica en la ciudad de Venecia, donde menciona tales reparos anatómicos, siendo menester consignar que Eustacchi ya tenía preparadas las ilustraciones en 1552 y éstas pasaron a manos de Lancisi cuando era arquiatra pontificio, razón por la cual el papa Clemente XI sugirió reeditar la obra en 1714. Eustacchi fue eximio prosector anatómico y médico ilustre.
Atendió al cardenal Della Rovere en Roma y aportó interesantes conocimientos sobre la estructura del riñón y el odio, recordándose la trompa que lleva su nombre. Colaboraron en sus trabajos los grabadores Pier Mateo Pini y Julio de Musi, excelentes artistas de la época. Eustacchi se manifestó fiel galenista y en algunos casos muestra su oposición a muchos conceptos de Vesalio, como lo manifiesta Guglielmo Bilancioni en un ensayo divulgado en 1910.
Pero debieron pasar muchos siglos hasta que fue aclarado el funcionalismo de las suprarrenales. Todavía en el siglo XVII el clínico Gerard Van Swieten no les concedía ninguna importancia. En 1641 Thomas Bartholinus las definía como “órganos huecos llenos de sangre oscura”. Thomas Wharton se ocupó de ellas y detalló pulcramente su morfología. La primera monografía seria corresponde a Tommaso Petrucci aunque no tuvo trascendencia en los medios científicos. Luego Marcello Malpighi determinó que no existía una cavidad central en las glándulas dejando nuevamente grandes interrogantes. Es así como ante la ignorancia reinante sobre la temática, la Academia de Ciencias de Burdeos decidió instituir un premio para quien pudiera dilucidar esta pregunta: ¿Cuál es el uso de las glándulas suprarrenales? La crítica y selección de los trabajos presentados estuvo a cargo de Montesquieu, que entonces contaba con 29 años. El 25 de agosto de 1718 se expidió con un dictamen negativo y muy categórico: “Quizá el azar consiga algún día lo que no ha sido deparado a estos ensayos”. Con el correr del tiempo siguieron algunas presentaciones muy variadas que no resultaron convincentes. Para Morgagni, las cápsulas facilitaban la circulación linfática. Senac sospechó que excretaban el meconio y otros autores como Riegels, Meckel y Ecker efectuaron afirmaciones que tampoco tuvieron viabilidad. Y hubo algunas concepciones curiosas. Huschke y Valsalva vincularon a las suprarrenales con los ovarios y Winslow efectuó una relación descriptiva que se ha hecho clásica, pero ajena a las ideas fisiopatológicas. Por fin, Addison en la medianía del siglo XIX demostró en forma fehaciente que las suprarrenales eran órganos de importancia vital, despejando una incógnita tradicional en las investigaciones médicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario